martes, 8 de mayo de 2012

La Vía Láctea


Buñuel: el mejor teólogo ateo


«Non ego haereticus sum, sed ille qui in cathedra Petri sedit… ille qui Papae titulum sibi assumpsit» («El hereje no soy yo, sino quien está sentado en el trono de Pedro y se ha dado el título de Papa»).

Estas palabras son expresadas por Prisciliano, el primer hereje español, en la cinta “La Vía Láctea” de Luis Buñuel, para mi gusto no sólo la obra cumbre de este director, sino de cuantas películas de crítica religiosa se hayan hecho.

La cinta trata sobre los dogmas y las herejías de la iglesia católica a través de la historia, pero Buñuel, como padre del surrealismo cinematográfico que fue, lo hace tratando los temas de manera aleatoria, por medio de eventos insólitos y anacrónicos, y con la aparición de personajes descreídos, psicóticos o imaginarios.

La historia tiene como base el viaje de dos “peregrinos” franceses, Pedro y Juan (nombres ya de por sí simbólicos), quienes van hacia Santiago de Compostela (“La Vía Láctea” es otro nombre de esta ruta), en cuyo camino se cruzan con personajes asombrosos y son testigos de eventos que ponen en entredicho la dogmática católica.

La temática de esta película es muy amplia, pero lo más original es que Buñuel que no la aborda como un documental, sino por medio de una ficción en la que proyecta sus ideas religiosas. Este cineasta siempre se declaró “ateo”, a él se le atribuye la frase: 
«Soy ateo, gracias a Dios»; sin embargo, el tema religioso fue siempre su obsesión, pues aparece de una u otra manera en toda su filmografía.

Para escribir “La Vía Láctea”, Buñuel invitó al guionista francés Jean-Claude Carriere a colaborar con él; le dijo que era un proyecto que había acariciado toda la vida y que al fin quería realizar. En 1967 ambos artistas se encerraron en una cabaña de la sierra de Andalucía, y durante mes y medio estuvieron estudiando la Biblia y varios libros sobre catolicismo. Al salir de ahí, la película estaba ya en sus cabezas, en los siguientes meses escribieron el guión y al siguiente año rodaron la filmación.



Esta película es maravillosa y me resulta difícil decir cuál escena me gusta más, porque todas son muy buenas. Pero el duelo de los dos teólogos espadachines del siglo XVIII me parece espectacular y sublime: una estocada y un artículo teológico, el contraataque y su réplica doctrinal… Uff, qué delicia…

Y creo que la cereza en el pastel de esta producción francesa es la participación del gran actor mexicano Claudio Brook. Luis Buñuel vivió en México varios años y mostró aprecio por nuestros actores, así que invitó a Claudio a formar parte de esta película y lo convirtió en un imponente obispo de la Edad Media. Verlo con ese atuendo y oírlo hablar en buen francés es una gran satisfacción y un honor para nuestro cine nacional.

Definitivamente, “La Vía Láctea” es teología pura, es una parábola del escabroso camino que ha transitado la iglesia católica, la cual paradójicamente encontró su mejor teólogo en un ateo español.

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